El gobierno de Piñera estaba llamado a ser el primero de derecha, luego de tortuosos 20 años de concertación, marcando el fin de la transición e impregnando de dinamismo y efectividad el servicio público, sin embargo, nada o muy poco de esto se ha cumplido.
Hace un par de semanas leí con agrado una columna opinión de Carlos Pe
ña en El Mercurio, en que aseguraba que “Piñera no es de derecha” y muchos menos de Izquierda, Piñera es, según él, un ser sin color político, por tanto, sin convicciones. Sólo busca agradar a su electorado, lo que, ahora -según yo- lo hace un personaje débil, pues su híper flexibilidad, no le permite gobernar en una línea, sino en varias, lo que no solo produce confusión, sino también falta de respeto.
La situación en que se encuentra ahora el gobierno, no es para nada al azar, hay quienes aseguran que a Piñera le tocó esta manifestación popular, que no la buscó y no tiene responsabilidad en ella. En parte comparto esta opinión, esto no es algo generado en 2 años de gobierno, el malestar se viene amasando desde hace décadas, pero decir que esto no lo provocó Piñera es equivocado.
Hace más menos un año atrás, se dio la primera muestra de poder cívico al reunir miles de personas y marchar de manera pacífica en contra del proyecto de Punta de Choros. El Presidente en una medida inédita, decidió pasar por alto las instituciones y le dio en el gusto a la ciudadanía, en lo que él consideró una muestra de cordura y apertura. Mientras que para los manifestantes significó un triunfo contra los poderes fácticos, ellos le “doblaron la mano a Piñera”.
El segundo episodio se vivió con HidroAysén, similares manifestaciones, el doble de la gente salió a la calle, pero Piñera en vez de dar una muestra de decisión, se escondió, nunca dio una declaración por sí o por no, nunca ejerció su poder de mandatario. No dejó en claro que lo anterior fue una excepción, y no que cada vez que la gente saliera a marchar se les daría en el gusto, que existe un Estado de Derecho y que por algo están los entes fiscalizadores.
El tercer movimiento es el estudiantil, que nace a raíz de un reportaje de dudosa veracidad que emite TVN en contra de la UTEM. La Universidad agota las redes sociales y los medios de comunicación, pronto se pliega el resto de las Universidades y en un último momento los secundarios. El petitorio es uno solo: sacar al ministro Lavín de la cartera de educación, pues sus dichos en el programa son impresentables. Piñera anuncia cambio de gabinete, efectivamente saca a Lavín del Ministerio de Educación, pero no del gobierno a pesar de su pésima gestión, demostrando primero, que tiene deudas políticas con la UDI y segundo, que hace todo lo que le piden. En vez de haber ocupado a Lavín como una herramienta de negociación lo enroca entre gallos y medianoche, cortando el diálogo y, por ende, la negociación que se llevaba hasta entonces con el Ministro. Al llegar Bulnes (hasta ahora de excelente cometido) hubo que empezar todo de nuevo, crear nuevas confianzas y determinar nuevas bases de consenso, mientras paralelamente la parte más violenta del conflicto se desataba, ahora se pedía mayor calidad en la educación, fin al lucro, la estatización de los colegios, educación gratuita para todos ¡una nueva constitución!
Primero, deja transitar libremente por la Alameda, después lo prohíbe, luego deja que lo hagan nuevamente. Controla la manifestación con lacrimógenas, luego las prohíbe, luego sobre abusa de ellas. Dice una cosa por escrito y otra en vivo.
Lo dijo Nicolás Maquiavelo en su manual para gobernar más conocido como El Príncipe: “El nuevo príncipe debe ser amado o temido (respetado)” y “debe evitarse a toda costa ser despreciado y odiado”. Estoy seguro de que Piñera leyó el libro y, por lo mismo, intenta una y otra vez que la gente lo quiera, intenta dar en el gusto, agraciarle a la gente… Piñera quiere ser Bachelet.
La gente no lo eligió por ser simpático ni locuaz. Lo eligió, porque generaba la sensación de que haría la pega, podía caerte mal, pero sabías que lo haría mejor que los anteriores. Recuerdo de pronto el gobierno de Lagos, dos años malos, dos regulares, dos buenos. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas de apoyo al gobierno. Nadie dirá que Lagos era carismático o que te caía bien, pero lo respetabas y era algo transversal. Bachelet por su parte sumó la mejor aprobación histórica a una persona, pero la aprobación a su gobierno andaba por los suelos, tan mal anduvo, que su coalición perdió la elección.
Piñera en su afán de ser amado, logra todo lo contrario, se le desprecia. No por su mal gobierno, que de hecho no es malo, si no porque es él. Porque se rodea de incompetentes que le hacen zancadillas, por qué se hace el simpático y bonachón, cuando es un ser frío y calculador. Lo que aún no entiende es que si deja de intentar ser otro y es él mismo, le irá mucho mejor… nos irá mucho mejor.
elrancahuaso.cl
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