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viernes, 27 de septiembre de 2013

En plaza Rancagua Sur El sangriento final de una sórdida historia

Tenía prohibición de acercarse a su hijastra, pero con revólver en mano llegó hasta su nueva casa en el sur de la ciudad, disparó en tres ocasiones contra la joven de 19 años, y posteriormente se quitó la vida.

Eran cerca de las 11 horas de la mañana de ayer, cuando residentes se comunicaron con las policías para informar que una balacera tenía horrorizados a los vecinos de la plaza Población Rancagua Sur; según el relato, tras un confuso incidente dos personas estaban tendidas sobre la calzada de calle Rancagua Sur, ambas en estado de gravedad y con riesgo vital. Una vez en el lugar, comenzó a conocerse la sórdida historia que ayer llegó a su fin.

De acuerdo a lo recabado en el lugar, el identificado como Jorge Miranda Ávila (57), llegó hasta el domicilio de Cecilia Estefanía Ibarra Silva (19), ubicado en avenida Bulnes, justo frente a la plaza. El hombre tenía prohibición judicial de acercarse a la joven, por lo que ésta intentó correr hacia el poniente para solicitar ayuda. Él, perturbado por su obsesión, disparó contra Cecilia. Malherida, intentó seguir hacia el Pasaje Siete por calle Rancagua Sur poniente. Pero la huida de la mujer no fue impedimento para el hombre que ya había descargado cuatro tiros, tres de ellos fallidos. Aprovechando que la mujer estaba en el suelo pidiendo misericordia, Miranda Ávila recargó su revólver, se acercó a su hijastra y disparó dos tiros más contra el pecho de ella. Tras ello, y ante el horror de los testigos, el descontrolado la abrazó, y se disparó dos veces en su pecho.

BRUTAL ESCENA

El sórdido espectáculo fue presenciado por varios vecinos del sector, quienes llamaron a Carabineros y la PDI, los que se trasladaron al lugar, al igual que personal médico del SAMU. En el lugar atendieron a los dos heridos, y los trasladaron de urgencia al Hospital Regional de Rancagua.

Uno de los espectadores del sangriento hecho fue el vecino de la plaza Rancagua Sur, Santiago Tolorza. “Al principio yo pensé era una pistola a fogueo. Me acerqué, el viejo se acercó a donde estaba yo -al frente de la plaza por Bulnes, cerca de la casa de la víctima-, cargó la pistola, se acercó -al lugar donde estaba ella- y cuando la niña estaba en el suelo le pegó dos balazos. Después la abrazó, y se puso el balazo. Quedaron botados, y nadie hizo nada; él quedó con el arma en su poder por lo que un joven de acá le sacó el revólver y se la alejó”, indicó el afectado espectador.

Durante las siguientes horas el sector norte de la plaza quedó acordonado para el trabajo en el sitio suceso. El fiscal Sergio Moya solicitó la presencia de peritos del Labocar, quienes comenzaron a realizar las diligencias planimétricas, al mismo tiempo que los efectivos de la SIP Rancagua realizaban las entrevistas. De acuerdo a los primeros informes, Miranda Ávila disparó ocho veces -tenía dos balas más en sus ropas-, de las cuales atinó tres a la mujer y dos a él mismo. “Hay testigos presenciales que dan cuenta de la dinámica de la acción del sujeto”, indicó el fiscal.

EL PSICÓPATA
“La persona adulta es el padrastro de la mujer, y al parecer habrían problemas familiares, pero eso se va a ver con la investigación”. Las palabras en el sitio suceso del subcomisario de Servicios de la Primera Comisaría, capitán Diego Barba, entregan los primeros antecedentes para conocer la personalidad de Jorge Miranda Ávila (57), que disparó contra su hijastra y se disparó de forma suicida -falleció a las 14:30 horas-.

La historia de Miranda Ávila con Cecilia es sórdida. El suicida era pareja de la madre de la víctima. Hasta hace poco la baleada y su progenitora vivían juntas en San Francisco de Mostazal. Desde el 22 de julio del presente año, Miranda tenía prohibido acercarse a la joven, debido a una acusación de violación y amenazas que está siendo investigada; por lo mismo se había ido a vivir a la casa del sur de Rancagua.

Antes de la mañana de sangre, Cecilia estuvo visitando un centro de atención para víctimas, con el fin de superar los daños psicológicos causados por su padrastro. La idea de vivir alejado de su obsesión no dejó tranquila la mente del psicópata, que finalmente decidió atentar contra la vida de su hijastra y terminar con la suya propia. Hasta el cierre de esta edición Cecilia Ibarra Silva estaba grave y con riesgo vital.
Felipe Alvear Silva
Fotos: Marco Lara
 
El Rancaguino

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